17.2.07

Palestina en el corazón


No acostumbro a hacerlo, y sé que ésta no es la extensión recomendada para un post, pero voy a reproducir, sin cortar absolutamente nada, la carta de Magali Thill, de ACSUR-Las Segovias, que termina su periodo de cooperante en Palestina, y lo hago porque me parece necesario dar la máxima difusión a un documento como éste, a un testimonio de lo que es el internacionalismo en nuestros días.

"Hay muchas maneras de hacer cooperación al desarrollo. Mi experiencia de trabajo en Palestina, donde he asumido la delegación de ACSUR-Las Segovias a lo largo de los dos últimos años, no ha hecho sino confirmármelo. La cooperación al desarrollo tal como la entiendo y procuro ejercer, no se resume a la mera ejecución de proyectos de asistencia a poblaciones pobres o marginadas, sino que busca promover los principios de derechos humanos, igualdad, universalidad y participación, tanto en las regiones del Sur donde trabajamos como en nuestras sociedades del Norte, donde se sigue controlando el destino de comunidades a veces muy remotas, o al menos incidiendo en factores tan determinantes para su desarrollo como son las relaciones comerciales o el reembolso de la deuda externa.

Como bien lo ha demostrado el fracaso del desarrollismo del siglo pasado, no podemos pretender erradicar la pobreza con la simple transferencia de tecnología ni la puesta en marcha de los Planes de Ajustes Estructural del FMI y el Banco Mundial, sino que hay que actuar sobre las relaciones de poder que configuran las situaciones de pobreza. Procurando corregir los desequilibrios norte-sur, entre pueblos, comunidades, géneros y colectivos, es como podemos contribuir de forma duradera a reducir la pobreza, garantizar el respeto a los derechos humanos e incrementar los niveles de participación de todos los ciudadanos y ciudadanas del mundo. Bajo esta perspectiva, nuestro trabajo no se podría sostener sin una implicación real por cambiar las relaciones desiguales de poder.

Afirmar esto es reconocer que la cooperación al desarrollo, si quiere ser coherente con los objetivos que se ha fijado, tiene una vertiente imprescindible de activismo social y político. Es porque pretendemos mejorar la situación de las poblaciones y colectivos con los que trabajamos, que hemos integrado plenamente la enuncia, movilización ciudadana e incidencia política en nuestro trabajo. En estos tiempos que corren, esta labor tropieza por un lado contra la ideología individualista neoliberal del "Sálvese quien pueda". Quienes se identifican con esta actitud tendrían que considerar que cuando se violan los derechos fundamentales de los pueblos y se vulneran las estructuras y mecanismos establecidos para protegerlos, es todo un sistema de valores que queda perjudicado. Así, hemos visto cómo, a lo largo de los últimos años, en muchos países algunos términos tan fundamentales como democracia, derechos humanos, protección jurídica, etc. se han ido vaciando de su contenido semántico e ideológico.

Otra resistencia con la que nos enfrentamos es el fatalismo derrotista que suele anestesiar a la sociedad occidental cuando se asoma al fenómeno de la desigualdad. Nos parece que los centros de poder están tan lejanos como inamovibles. Nos sentimos impotentes para cambiar el mundo. Y es verdad que solos no vamos a conseguir acabar con la desigualdad. Pero no estamos solos. Existen movimientos organizados, a nivel local, regional y global, que luchan por el pleno respeto de los derechos de los pueblos, colectivos e individuos. En ellos estamos trabajando, mano a mano con nuestros socios del sur, aportando nuestra experiencia desde el terreno y defendiendo los valores que nos caracterizan.

En el caso específico de Palestina, donde la delegación de ACSUR ejecuta proyectos de promoción de la participación y derechos de las mujeres, empoderamiento y capacitación de la juventud palestina para la defensa de sus derechos, y contribución a una solución justa y duradera del conflicto/ocupación, el activismo social y político ha sido y sigue siendo un pilar esencial de nuestra estrategia.

En un contexto de violación sistemática del derecho internacional y vulneración de las instituciones encargadas de velar por su respeto, las ONG hemos de cuestionar el papel que juegan en el ajedrez de Oriente Próximo, los agentes implicaos en la cooperación al desarrollo con Palestina. Como lo recordamos siempre que podemos a nuestros dirigentes españoles y europeos a través de grupos y redes de ONG (AIDA, Grupo de ONG españolas para Palestina, Red Euromed de Derechos Humanos, Plataforma Civil Euromed), las preguntas que se recogen a continuación no pueden ser eludidas bajo el pretexto de que "algo tenemos que hacer, puesto que eso que tendríamos que hacer, es decir, sancionar a Israel, por el incumplimiento de la cláusula de DDHH de los acuerdos comerciales y científicos preferenciales que tiene firmados con la UE, y suspender nuestro comercio de armas con un país que ocupa un territorio ajeno y comete crímenes de guerra, como lo volvió a demostrar el pasado verano, no lo estamos haciendo".

A las agencias que invierten en proyectos productivos en los Territorios Ocupados, cabría preguntarles qué sentido tiene tanto empeño en promover el comercio, si Israel mantiene la economía palestina totalmente cautiva; si los campesinos y empresarios no pueden exportar libremente sus productos; si tampoco va a garantizar una mayor soberanía de los palestinos sobre sus fronteras, la tecnología punta promocionada por el Banco Mundial con el fin de facilitar el paso de los productos palestinos por el Muro que el Tribunal Internacional de La Haya declaró ilegal el 9 de julio de 2004.

Se reconstruyen viviendas e infraestructuras demolidas con toda impunidad por missiles israelíes, pero los gobiernos que contribuyen con parte de su presupuesto de Ayuda Oficial al Desarrollo en estos proyectos de reconstrucción, ¿no tendrían en su lugar que forzar al gobierno israelí a responder por sus actos e indemnizar a los damnificados?

También podríamos cuestionar el impacto que han tenido los millones de euros gastados en la preparación, celebración y observación de las elecciones parlamentarias de enero 2005; ¿Qué han ganado en ellas los Palestinos que viven en los Territorios Ocupados? Meses de congelación de la ayuda destinada a garantizar el funcionamiento de sus ministerios, escuelas sin recursos, clínicas desabastecidas, funcionarios impagados, niños desnutridos. Enfrentamientos armados lamentados - a la vez que alentados en la sombra - por la comunidad internacional. Y más allá de estos efectos inmediatos, lo que nuestros dirigentes europeos han hecho con el boicot al Gobierno palestino, ha sido vulnerar no solamente las instituciones del "futuro" Estado palestino, sino también la fe del pueblo en las recetas democráticas de los "chefs" de Bruselas.

Paralelamente - quisiera pensar que casualmente - se ha creado una coyuntura ideal desde el punto de vista mediático y diplomático para el gobierno israelí. ¿Qué mejor que una supuesta "guerra civil" tan pregonada por los medios de comunicación, para invisibilizar, cuando no justificar, la consecución de las obras de construcción del Muro del Apartheid en territorio palestino? Sharon proclamaba que no tenía interlocutor válido para negociar una paz tan anhelada. Ahora que los palestinos han demostrado que no son ni capaces de alcanzar acuerdos de gobierno internos - pero nadie denuncia el intervencionismo de EEUU en el fracaso del diálogo entre Hamas y el Fatah - ¿cómo podemos pretender, nosotros europeos, que Israel confíe en ellos?

Tantos argumentos difundidos por la maquinaria mediática occidental, donde el lobby sionista tiene el poder que todos sabemos, dificultan la tarea de quienes buscan promover soluciones alternativas al Plan Unilateral de Convergencia del equipo de Olmert. Soluciones basadas en la legalidad internacional, en un equilibrio real de fuerzas, en un proceso justo y global que garantice finalmente el respeto de los derechos del pueblo palestino y la protección de las poblaciones civiles.

En la serie de reportajes de TVE2 "Voces contra la globalización", Saramago decía que vivimos en la era de la mentira. El conflicto de Oriente Próximo ilustra con profusión de anécdotas este amargo análisis que el Premio Nobel de Literatura hace de nuestra sociedad globalizada. Con la invasión de Iraq ha quedado evidente que cuantos más intereses y mayor pueda ser la oposición de los defensores de los derechos humanos, mayor también será la mentira. Todos los cooperantes que hemos trabajado en Palestina hemos vivido la frustración de tener que desplegar todo nuestro bagaje argumentativo frente a quienes alimentan su conocimiento del conflicto con la propaganda pro-isaelí que inunda nuestras sociedades occidentales.

A todos estos que siguen matizando las condenas a los ataques israelíes en territorio palestino y llamando a una falsa equidistancia, quisiera repetir las palabras de Rachel Corie - activista norteamericana asesinada en Gaza por un bulldozer israelí -, que Rafael Escudero escogió para introducir su artículo "Claves jurídicas para la comprensión del conflicto palestino-israelí", publicado en el libro escrito por un grupo de juristas españoles que viajó a Palestina en septiembre 2005: "Ningún libro, conferencia o documento me podría haber preparado para la realidad de esta situación. Uno no puede hacerse una idea, a menos que lo vea".

En este contexto donde la desigualdad en las relaciones de poder es evidente, sabemos que nuestro trabajo ha de romper las resistencias enraizadas en una narrativa manipulada de la realidad. La labor es ardua, porque las resistencias son muchas y poderosas. Pero a imagen de los palestinos que siguen viviendo, resistiendo y reivindicando sus derechos violados continuamente desde hace más de medio siglo en los Territorios Ocupados, en los pueblos de Israel donde son ciudadanos de segunda, en los campos de refugiados del Líbano, Siria y Jordania, y adonde has escapado de la aplanadora de la ocupación, continuaremos alzando nuestra voz en los movimientos sociales organizados para luchar contra la ocupación de Palestina, y esforzándonos por incidir en las políticas españolas y europeas con el fin de que algún día más o menos temprano, se cumpla la legalidad internacional.

Ser cooperante en Palestina ha sido una lección de humanidad, solidaridad y perseverancia permanente. Trabajar en Palestina nos recuerda cada día que no tenemos derecho a la apatía, la desesperación o al "Sálvese quien pueda"."

A mi no me queda nada que decir, excepto recordar la verdad expresada por quien maldijo a los neutrales que se desentienden y evaden, y no toman partido hasta mancharse.

Vosotros, ¿tenéis algo que añadir?

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